Cada cerebro es diferente

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Por: Diego Fernando Pulido Parra

Muchas veces hablamos de autismo, déficit de atención, u otras condiciones con mucha confianza pero poca claridad. Algunos síntomas y signos resultan evidentes, como las dificultades que se suelen ver en un niño con trastorno del espectro autista (TEA) al comunicarse o jugar con otras personas, o en lo olvidadiza que parece una persona con trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH). El origen de estas condiciones, sus implicaciones para la vida de las personas, y la forma de identificarlas son cuestiones importantes pero que muchas personas no conocen a profundidad. Este es un tema lleno de términos técnicos y científicos, pero puede ser explicado de manera sencilla y clara.

Para adentrarse a lo que mencionamos hace un momento, es importante saber qué es la neurodiversidad. Para entender condiciones como TEA o TDAH se suele tomar una visión médica que las entiende como problemas del desarrollo. Dicha visión ha resultado útil para desarrollar tratamientos e investigación, pero también ha dado lugar a que nos preguntemos si son, en realidad, problemas o «enfermedades» (Quinn & Lynch, 2016). Como respuesta a estos cuestionamientos, ha venido creciendo la adopción de una perspectiva llamada neurodiversidad (Dunn, 2018; Moore et al., 2019). Desde esta visión se entiende que estas condiciones no son enfermedades, sino la expresión de diferencias neurológicas en las personas (Moore et al., 2019). Estas diferencias se traducen en formas distintas de entender y experimentar el mundo en el que vivimos. La neurodiversidad habla de las diferencias neuronales entre las personas, y de cómo estas se expresan en la vida, pero también abre la puerta para hablar sobre neurodivergencia. En ella se encuentran las diferencias más grandes y más notorias. Un ejemplo de esto es la forma en que las personas «controlamos» nuestra atención. Para una persona neurotípica resulta relativamente sencillo ignorar ruidos repentinos y concentrarse en un sonido de manera voluntaria, mientras que para una persona con TDAH esto requiere mucho más esfuerzo (Kwasa et al., 2023).

Entendiendo un poco mejor lo que es la neurodiversidad y la neurodivergencia, vale la pena preguntarse si las condiciones cobijadas por estos términos son problemas o no. Respuesta corta — no, pero tampoco son necesariamente ventajas. Hace unos años se realizó una investigación con comunidades africanas. Se estudió la presencia del TDAH en las personas de dichas comunidades y las relaciones que tenía con su vida (Eisenberg et al., 2008). Uno de los grandes hallazgos es que en las comunidades más nómadas era frecuente que las personas con TDAH tuvieran mayor estima y aprecio que en las comunidades más sedentarias. En el estudio se argumenta que algunas características propias del TDAH, como la impulsividad y la tendencia a seguir estímulos repentinos (e.g., objetos moviéndose, sonidos inesperados, etc.) son beneficiosas a la hora de conseguir alimento, por ejemplo, cazando. El estudio mencionado muestra cómo las personas neurodivergentes pueden tener algunas ventajas en sus comunidades, pero también menciona que pueden tener dificultades. Esto depende en gran medida del entorno en el que crecen las personas. Así como hay entornos que suelen favorecer a la neurodivergencia (e.g., actividades con elementos que cambian constantemente – TDAH, o actividades que requieren memorizar mucha información con rapidez – TEA), hay entornos que suelen jugarles en contra. Pensemos por un momento en qué sucedería con una persona que naturalmente dirige su atención a los ruidos repentinos y los objetos que se mueven, pero se le pide que realice una actividad repetitiva durante una hora. Probablemente va a tener dificultades con la petición, y le va a costar mucho esfuerzo. ¿Qué sucedería si le pedimos a esa misma persona que vigile una situación peligrosa como un accidente? Podríamos esperar que se dé cuenta de numerosos cambios en la escena, incluso cosas muy pequeñas como una tuerca rodando por el suelo.

La mayoría de las condiciones que se consideran dentro de la neurodivergencia han sido previamente llamadas trastornos del desarrollo. Acá es importante entender tres cosas sobre dichos trastornos: (1) son propios de la persona, de manera que no se adquirieron por accidentes o algo similar; (2) están presentes a lo largo de toda la vida, por lo cual es importante considerarlos en la infancia, la adolescencia, la adultez, y la vejez; y (3) no son alteraciones que se puedan remediar, es decir que no es algo que se pueda curar (U.S. National Library of Medicine, 2021). Históricamente se abordaron como defectos o enfermedades, pero esta concepción ha cambiado conforme avanza nuestro entendimiento sobre el ser humano. Hoy en día es posible entender que la neurodivergencia resulta problemática si no puede adaptarse a su entorno, y esto lo vemos, por ejemplo, en los intentos de colegios y escuelas por brindar una educación completamente uniforme para cada niño y niña que ingresa a las instituciones. En respuesta a esto se han popularizado las escuelas con modelos alternativos, buscando adaptarse mejor a las necesidades de personas neurodivergentes y ganando popularidad con el tiempo, como aquellas que emplean prácticas basadas en diferencias individuales en el relacionamiento (Mercer, 2015)

Como la neurodivergencia está presente en el desarrollo de una persona, es comprensible que cada quien desarrolle estrategias para poder adaptarse al mundo en el que vive. Después de todo, cuando crecemos siempre buscamos la mejor manera de funcionar en nuestro entorno. Esta búsqueda es personal, de manera que las estrategias que desarrollamos cuentan con recursos e información limitadas. Entendiendo dicha limitación es que podemos entender cómo se dan estrategias que parecen ser malas, pero hacen que una persona se sienta mejor en su entorno, como buscar complacer a las personas para evitar el conflicto. Esto también aplica a la neurodivergencia, pues las diferencias que esta incluye tienen influencia en todos los ámbitos de la vida, desde la familia, hasta la educación, el trabajo, o las amistades. Algunas de estas estrategias han resultado en inventos que son útiles para todo el mundo, como el caso de los tiquetes electrónicos. Para las personas con TDAH es muy frecuente perder algunos objetos, como tarjetas, botellas de agua, notas, etc., y David Neelman, CEO de la aerolínea JetBlue no era la excepción. Por mucho tiempo tuvo problemas para tomar sus vuelos, pues perdía fácilmente los tiquetes de papel, así que inventó los tiquetes electrónicos para poder abordar sus vuelos sin problemas. Otros aportes que la neurodivergencia ha hecho para la humanidad tienen que ver con el manejo de animales de granja. Temple Grandin tuvo problemas de socialización desde temprana edad, empleando gritos y otros sonidos para comunicarse antes de hablar luego de cumplir los tres años. Ella mostró gran facilidad para relacionarse con vacas y otros animales, llegando a entender aspectos de su comportamiento que le permitieron inventar mecanismos que revolucionaron la industria agraria (e.g., la manga para ganado).

Debemos recordar que cada persona es diferente. Así como tenemos rasgos diferentes en nuestro cuerpo (e.g., color de ojos, de cabello, rasgos faciales, proporciones corporales, etc.), también tenemos grandes diferencias a nivel neurológico. Incluso con estas diferencias hay muchas similitudes que compartimos con las demás personas, y esa es la base para comprender la neurodiversidad y la neurodivergencia. Es importante tener en cuenta que la neurodivergencia no habla de casos aislados o raros en el mundo. Por nombrar un ejemplo, el TDAH tiene una prevalencia de entre el 2% y el 5% a nivel global (Sayal et al., 2017), con reportes de datos que llegan al 9.8% en Estados Unidos (Centers for Disease Control and Prevention, 2022), lo cual habla de seis millones de niños y niñas de 3-17 años con TDAH sólo en EE.UU. Conociendo esto, es muy probable que en nuestra vida nos crucemos con personas neurodivergentes.

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Referencias

Centers for Disease Control and Prevention. (2022, August 9). Data and statistics about ADHD. Centers for Disease Control and Prevention. Retrieved February 22, 2023, from https://www.cdc.gov/ncbddd/adhd/data.html.

Dunn, S. J. (2018). Pathology or neurodiversity?: Cognitive accessibility and the rhetorical construction of ADHD in higher education. Available from ProQuest One Academic. (2111872353).

Eisenberg, D. T. A., Campbell, B., Gray, P. B., & Sorenson, M. D. (2008). Dopamine receptor genetic polymorphisms and body composition in undernourished pastoralists: An exploration of nutrition indices among nomadic and recently settled Ariaal men of Northern Kenya. BMC Evolutionary Biology, 8(1), 173. https://doi.org/10.1186/1471-2148-8-173.

Kwasa, J. A., Noyce, A. L., Torres, L. M., Richardson, B. N., & Shinn-Cunningham, B. G. (2023). Top-down auditory attention modulates neural responses more strongly in neurotypical than ADHD young adults. Brain Research, 1798, 148144. https://doi.org/10.1016/j.brainres.2022.148144.

Mercer, J. (2015). Examining Dir/Floortime™ as a treatment for children with autism spectrum disorders. Research on Social Work Practice, 27(5), 625–635. https://doi.org/10.1177/1049731515583062.

Moore, C., McIntyre, N., & Lanivich, S. (2019). ADHD-Related Neurodiversity and the Entrepreneurial Mindset. Entrepreneurship Theory And Practice, 104225871989098. https://doi.org/10.1177/1042258719890986.

Quinn, M., & Lynch, A. (2016). Is ADHD a “real” disorder?. Support for Learning, 31(1), 59–70. doi:10.1111/1467-9604.12114

Sayal, K., Prasad, V., Daley, D., Ford, T., & Coghill, D. (2017). ADHD in children and young people: prevalence, care pathways, and service provision. ​ The Lancet Psychiatry, 5(2), 175–186. ​ https://doi.org/10.1016/s2215-0366(17)30167-0.U.S. National Library of Medicine. (2021). Trastornos del Desarrollo: Medlineplus en español. MedlinePlus. Retrieved February 22, 2023, from https://medlineplus.gov/spanish/developmentaldisabilities.html#:~:text=Los%20trastornos%20de%20desarrollo%20son,y%20afectan%20la%20vida%20cotidiana.