Un cerebro que se mira a sí mismo

Un cerebro que se mira a sí mismo

Por: Alejandro Roncancio
Integrante SIEPSI

Una forma sencilla de entender la metacognición es “pensar sobre el pensamiento”, lo que nos puede llevar a considerar la capacidad del cerebro para verse a sí mismo, hablarse y controlar la manera en que nos comportamos. La forma en que el cerebro se observa a sí mismo ha sido objeto de estudio en muchos campos distintos, desde el religioso, el económico y por supuesto el campo educativo, el cual se enfoca en cómo haciendo un mejor uso de nuestros procesos metacognitivos podemos tener un aprendizaje más eficaz. 

Las metodologías empleadas para estudiar la metacognición son muy variadas, los avances tecnológicos han permitido a las neurociencias ver el cerebro en vivo, su funcionamiento, redes neurales y áreas que se activan ante actividades específicas. Gracias a esto, se han podido dar luces a las estructuras cerebrales que están implicadas en procesos metacognitivos para el aprendizaje. 

Desde las neurociencias, el estudio de la metacognición se ha dividido en dos grandes ramas. La primera rama es denominada metaconocimiento, la cual hace referencia a esos “sentimientos de saber” o la certeza de que sabes algo y lo puedes emplear en una situación dada (Fleur, Bredewet y van des Bos, 2021). Para ejemplificarlo, trata de recordar cuando estabas leyendo algún artículo en inglés y llegaste a una palabra en la que sin tener certeza de qué significaba “sentías que la conocías” o creías saber cuál era su significado aun cuando no tenías certeza. Y piensa en aquella palabra o frase que sí conoces y puedes emplear sin dificultad en un momento determinado. Se debe tener presente que este metaconocimiento se puede aplicar a gran variedad de saberes tales como música, matemáticas, videojuegos, etc. 

Respecto a este proceso de metaconocimiento, las investigaciones han encontrado algunas áreas cerebrales que tiene mayor implicación en el mismo. Entre ellas: el precúneo, la corteza cingulada anterior (ACC), el giro parahipocampal, la corteza prefrontal anterior (aPFC), la corteza frontal medial posterior (pMFC), la corteza prefrontal rostrolateral (rlPFC) y la ínsula (Fleur, Bredewet y van des Bos, 2021).

La segunda rama es llamada metacontrol, en esta se evalúan las metodologías empleadas para aprender un tema determinado y saber si están siendo efectivas o si por el contrario es mejor buscar otra manera de aprender un mismo tema. Considere a alguien que después de una tarde completa escribiendo palabras nuevas que desea aprender en inglés, se da cuenta que por este medio no aprendió y que debe buscar una metodología distinta para lograrlo, quizás usando imágenes. Lo anterior, es un ejemplo de metacontrol. Ahora bien, este proceso no sólo nos informa acerca del estado de nuestro aprendizaje, sino también sobre cuál es el mejor estado para aprender de manera óptima. Si estás muy agotado por falta de sueño, tal vez el proceso te informe que es mejor descansar un poco antes de continuar estudiando en ese estado. Podríamos resumir que la habilidad de metacontrol nos ayuda a regular nuestros métodos de estudio.

Los estudios en neurociencias han identificado algunas áreas cerebrales para el metacontrol, ellas son: La corteza prefrontal dorsolateral (dlPFC), la corteza prefrontal ventromedial (vlPFC) y la corteza prefrontal inferior. (Fleur, Bredewet y van des Bos, 2021)

Es importante resaltar que si bien, estos procesos de metaconocimiento y metacontrol tienen áreas cerebrales distintas, algunos investigadores han encontrado que  no son procesos independientes sino que comparten entre sí redes neurales o áreas cerebrales. 

Otro elemento que es importante resaltar, es que tanto el metaconocimiento como el metacontrol se caracterizan por presentar áreas online y offline. Las online son aquellas que requieren un proceso de conciencia, es decir, se requiere pensar en ello de forma deliberada. El offline, es el que se realiza de manera automática, no tenemos necesidad de reflexionar. Hace falta aún mucha investigación sobre estas formas, pero ya comienza a existir evidencia que las soporta.

Para terminar, algunas ideas como conclusiones.  Primero, podemos desarrollar una actitud de asombro ante nuestro cerebro, quien no solo tiene la capacidad de aprender sino que nos permite reflexionar sobre lo que aprendemos y cómo aprendemos. Tenemos un cerebro que se mira a sí mismo. 

Segundo, conocer que el estudio de la metacognición desde las neurociencias se ha dividido en dos ramas distintas y que estas ramas presentan funcionalidad y rastros biológicos distintos, nos dan indicios que enseñar habilidades metacognitivas debe considerar estas diferencias. Tal vez la forma de enseñar metaconocimiento deba ser distinta a como se enseña metacontrol.

Tercero, es cierto que falta mucha investigación y estos estudios carecen de validez natural para poder extrapolar estos hallazgos a la vida diaria. Pero también es cierto que estos descubrimientos no solo nos permitirán comprender mejor las habilidades metacognitivas si no cómo podemos enseñar y mejorar estas habilidades en el ámbito educativo tanto para padre, profesores, el estudiante o para mejorar nuestro propio proceso de aprendizaje. Recuerda, en este momento tu cerebro está aprendiendo cómo funciona. 

BIBLIOGRAFÍA

Fleur, D; Bredewe, B; and van den Bos, W (2021). Metacognitions: ideas and insights from neuro- and educational sciences. npj science of learning. (6),13. doi.org/10.1038/s41539-021-00089-5

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