Educación para quererse, la autoestima más allá del amor propio

Educación para quererse, la autoestima más allá del amor propio

Por: David Fadul
Integrante SIEPSI

Los procesos académicos en las diferentes instituciones educativas se ven permeados por distintos factores. Uno de ellos es la autoestima como componente relevante para el rendimiento escolar y en el desarrollo personal de los estudiantes. Es más, el hecho de que esta característica resulte cambiante y pueda mejorar o empeorar (Acosta y Hernández, 2004) implica mayor responsabilidad por parte de los docentes y de los familiares a cargo de la formación y crianza de los niños y niñas. De esta manera, contribuir con el buen desarrollo de la autoestima trae beneficios en ámbitos como las relaciones socioafectivas en el aula, favoreciendo los procesos de aprendizaje, motivando la obtención de mejores resultados académicos e, incluso, proporcionando a los niños, niñas y adolescentes un desarrollo favorecedor a nivel cognitivo, emocional y académico (Buitrago, Garzón y Vanegas, 2016). Teniendo en cuenta lo anterior, el objetivo de esta entrada es realizar una breve presentación sobre la autoestima y detallar algunos de los efectos que tiene en la vida académica y personal de los estudiantes. Asimismo, se presentarán algunas pautas sobre cómo incentivar la autoestima en los salones de clase y en el hogar.

La autoestima es un concepto que ha sido tratado por diversos autores y ha tenido diferentes definiciones. Para  Shavelson,  Hubnes  y  Stanton  (citado en Núñez, 2016) la autoestima es la percepción que cada uno tiene de sí mismo, que se forma a partir de las experiencias y relaciones con el entorno. C. Rogers (citado en Acosta y Hernández, 2004), por su parte, la define como un “conjunto organizado y cambiante de percepciones que se refiere al sujeto” y señala que es “lo que el sujeto reconoce como descriptivo de sí y que él percibe como datos de identidad”. Así mismo, Roa (2017) decanta la autoestima en las siguientes características: lo cognitivo, como los conocimientos, pensamientos, representaciones y procedimientos que se hacen de sí mismo; lo afectivo, atribuyendo valor ya sea positivo o negativo sobre uno mismo; y lo conductual, relacionado a la forma de decidir, tensiones e intenciones con las que actúa cada persona. Adicionalmente, la autoestima se va forjando a través de relaciones, interacciones y confirmaciones que van desde la infancia, con la participación de los familiares, amigos y docentes.

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El rol de la familia y el docente en el adecuado desarrollo de la autoestima es crucial para favorecer buenos resultados a nivel socioemocional y académico. Por tanto, los familiares al ser esas personas que introducen a los niños y niñas en el ámbito social tienen la responsabilidad de fortalecer de forma apropiada la autoestima de los infantes, esto mediante la aprobación de actividades que deciden realizar autónomamente, acompañando procesos de decisión autónoma y valorando el esfuerzo que realizan en las actividades que los infantes desempeñan, entre otros (Roa, 2017). De igual manera, una autoestima alta y de valencia positiva facilita la proactividad, la independencia en la toma de decisiones y el afrontamiento de nuevos retos. Contrario a los jóvenes o infantes que no han conseguido desarrollar una autoestima adecuada, pues ellos desprecian sus aptitudes, tienen poca valoración sobre los logros obtenidos, tienen poca tolerancia a la frustración y además, tienen miedo a asumir responsabilidades (Nuñez, 2016; Roa, 2017).

En cuanto al docente, también tiene alta influencia en cómo se desenvuelve este aspecto, ya que la forma en que se relaciona el tutor/profesor con el estudiante puede dictaminar conductas que podrían favorecer el rendimiento académico, el clima escolar y el hecho de que el estudiante aprenda autónomamente y con iniciativa y no por obligatoriedad (Buitrago, Garzón y Vanegas, 2016). De igual modo, se encuentra suficiente evidencia que demuestra cómo la autoestima se relaciona con diferentes componentes académicos. En el caso de Pequeña y Escurra (2014), encontraron a través de su investigación que tras la intervención de un programa para mejorar la autoestima obtuvieron mejores resultados en distintas áreas como las familiares, relaciones entre pares y académicas. En ese mismo sentido, un estudio realizado por Muñoz (citado en Buitrago, Garzón y Vanegas, 2016) encuentra que un buen concepto de sí mismo y una autoestima elevada se relaciona con resultados favorecedores en áreas como aritmética, riqueza de vocabulario y creatividad. Sin embargo, hay sesgos que se presentan y que pueden influenciar negativamente el desarrollo de una autoestima adecuada. Por ejemplo, el efecto Pigmalión, el cual describe la atribución de unas expectativas por parte del adulto sobre un grupo o una persona, los cuales se acaban comportando acorde a dichas expectativas; este efecto ocurre tanto en las escuelas como en los hogares.

Este efecto podría tener consecuencias negativas ya que si los familiares o docentes tienen la creencia de que el estudiante es incapaz o no cuenta con las habilidades suficientes para desarrollar una actividad, terminaría afectando la percepción que el estudiante tiene sobre sí mismo. Ahora bien, considerando lo anterior el reto es favorecer el desarrollo de una autoestima positiva y constante a lo largo del desarrollo de las niñas y niños. Para ello, como propone Alcántara (citado en Nuñez, 2016), se podrían promover las siguientes técnicas: primero “desterrar” toda expresión peyorativa de la imagen del alumno, pues no es bueno descalificar y mucho menos hacerlo en público. Tener en cuenta las capacidades y condiciones de cada alumno antes de emitir un juicio negativo. Asimismo, es importante destacar cualquier logro conseguido por el alumno por más pequeño que sea, reconociendo el esfuerzo y la inteligencia que implicó conseguir dicho logro. Un punto a favor del desarrollo de la autoestima es considerar las habilidades que tiene cada niño o niña, no impidiendo o limitando su alcance, sino teniendo en cuenta que es algo que se le posibilita cumplir y que está en condiciones de terminar. Por ejemplo, si se le pide a un infante de alrededor de cinco años que solucione ecuaciones y que si no lo hace sería “tonto”, generaría efectos negativos, pues el niño creería en el comentario y su incapacidad de solucionarlo. Lo anterior, guardadas las debidas proporciones, refleja que las tareas y las actividades que se le dejan a un estudiante o a un niño o niña en el hogar determina algunas bases para poder fortalecer la autoestima.

En resumen, la autoestima tiene un papel relevante en varios aspectos del infante, desde las relaciones con compañeros, familiares y actividades académicas hasta cómo se desarrolla socioemocionalmente. Sin embargo, no todo depende de las características intrínsecas y extrínsecas de los niños y niñas, sino también de la autoestima que tiene el docente/familiar sobre sí mismo. Es por esto que se deja una reflexión sobre cómo la autoestima que tiene el docente o el familiar afecta las características personales del infante, por eso determinar qué defectos son los que tenemos interiorizados y que reflejamos en los jóvenes ayudará, en cierta medida, a combatir las malas prácticas en los espacios pedagógicos y formativos. No sólo eso, ayudará también con el crecimiento afectivo y emocional que hoy en día tiene tan afectada a la población joven.

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Referencias

Acosta, R. y Hernández, J. A. (2004). La autoestima en la educación. Límite. Revista Interdisciplinaria de Filosofía y Psicología, 1(11), 82-95. https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=83601104 

Buitrago, N. E. P., Garzón, C. P. V. y Vanegas, G. A. R. (2016). La autoestima en el proceso educativo, un reto para el docente. Educación y Ciencia, (19). https://doi.org/10.19053/01207105.7772

Núñez, M. (2016). La autoestima en Educación Infantil [Trabajo de grado, Universidad de La Laguna].  http://riull.ull.es/xmlui/handle/915/2708

Pequeña, J. y Escurra, L. M. (2014). Efectos de un programa para el mejoramiento de la autoestima en niños de 8 a 11 años con problemas específicos de aprendizaje. Revista de Investigación en Psicología, 9(1), 9–22. https://doi.org/10.15381/rinvp.v9i1.4026 

Roa, A. (2017). EL EDUCACIÓN EMOCIONAL, EL AUTOCONCEPTO, LA AUTOESTIMA Y SU IMPORTANCIA EN LA INFANCIA. Edetania. Estudios Y Propuestas Socioeducativos, (44), 241-257. https://revistas.ucv.es/index.php/Edetania/article/view/210

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