Lo ético en la investigación cualitativa
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Por: Sofia Betancur Bermúdez
Cuando hablamos de la ciencia, muy pocas veces nos ponemos a pensar en sus antecedentes, formación y desarrollo. Una de las razones de su gran impacto es su capacidad explicativa, de generar soluciones y de dar credibilidad. Así mismo, su habilidad para estudiar los fenómenos objetiva e imparcialmente le permitió generar un cambio importante en la academia. A la vez, al verse inmersa en dinámicas sociales, debe funcionar de acuerdo a ciertos límites y barreras impuestos a la luz de la ética (González, 2002). Así pues, la ciencia acarrea cierto tipo de elecciones metodológicas y epistemológicas que son en sí mismas una elección moral (Cerrillo, 2009).
Ahora bien, la ética refleja nuestro carácter a partir de nuestras acciones, las cuales “deben estar encaminadas hacia un buen comportamiento, permeado de altruismo, virtud e integridad” (Viorato y Reyes, 2019, p. 40) y es esto lo que debe ilustrar la investigación científica desde el inicio hasta sus resultados. Con el paso de los años, la ética y sus objetivos se fueron modificando y adecuando a la demanda social y cultural. Así mismo, los métodos y los objetivos de la ciencia se fueron transformando en función de las visiones éticas, las cuales buscaban limitar ciertos métodos, abriendo paso a diferentes paradigmas incluyendo el cualitativo (González, 2002).
Para los fines de este texto, vamos a basarnos en los principios de la bioética. El primero es la beneficencia, que busca el bienestar de los demás protegiendo a los que están en su contexto. El segundo es la no maleficencia, que busca evitar el daño de otros por acciones malintencionadas. El tercero es la autonomía, que reconoce que todos los seres humanos son libres y capaces de tomar decisiones sobre su vida, sin que medie coacción de algún tipo. Y la cuarta y última es la justicia, que busca la repartición y acceso equitativo a servicios y derechos (Siurana, 2010).
La investigación cualitativa llegó a cambiar la metodología científica puesto que permite acercarse al “objeto de estudio” dándole un rostro y un nombre con una historia de vida propia. Esto permitió a la metodología involucrarse en las dinámicas del “objeto de estudio”, adaptándose a las necesidades de la investigación y permitiendo a la información nacer de una manera natural y transparente. Por esto, “la gran aportación de lo cualitativo a la ciencia social es la de apertura, de planteamiento de problemas que desafíen el conocimiento vigente y fomenten el debate” (Cerrillo, 2009, p. 6). Es aquí donde la ética cobra gran importancia, ya que la cercanía con las personas nos empuja a la empatía y a la preocupación por el otro, mientras que la búsqueda de objetividad y tecnificación puede restarle moralidad a nuestros actos, convirtiendo las soluciones éticas en soluciones técnicas (Cerrillo, 2009).
Sin embargo, las cuestiones éticas son uno de los problemas que la investigación cualitativa acarrea. Por un lado, una de sus fortalezas éticas es que le da voz a lo que antes no tenía, transmitiendo historias y relatos de vida, pero su debilidad es que posteriormente, estos relatos se someten a un análisis del investigador, por lo que son interpretados y recortados, generando una nueva versión del mismo (Cerrillo, 2009). Esto es un reto para el investigador, ya que sin su interpretación carecería de sentido la investigación, pero debe lograrlo sin generar una reducción del individuo sesgada e inclinada para sus propios beneficios (Viorato y Reyes, 2019).
Por otra parte, la relación entre el investigador y el investigado se ve influenciada por una ética comunicativa que permite la validación del interlocutor y de sus relatos (González, 2002) para la producción de conocimiento. Para esto se debe tener en cuenta que en las conversaciones se pueden generar emociones fuertes, ansiedad, temor o cualquier reacción intensa que necesite del compromiso del investigador para garantizar el bienestar de quienes participan en su proyecto de investigación. Por último, es relevante destacar que la metodología cualitativa no construye su conocimiento a partir de la cantidad de entrevistados, sino más bien de la calidad de los datos, lo cual se logra profundizando en la vida y los relatos de los participantes (Viorato y Reyes, 2019). Por tanto, vemos que el investigador se encuentra en un problema ético continuo “en tanto que se mide cara a cara con un objeto de estudio que no lo es, que se niega a serlo” (Cerrillo, 2009, p. 12).
En consecuencia, existen mecanismos para ayudar en estas labores éticas a lo largo de la investigación, como lo es el consentimiento informado, el cual hace explícito el objetivo y las implicaciones de esta. Se debe aclarar que la metodología puede cambiar a lo largo de la investigación, por lo que los términos del consentimiento pueden variar. El participante es libre de aceptarlo o no y de retirarse en cualquier momento sin ningún perjuicio. Así mismo, la confidencialidad de los datos es de vital importancia, ya que esta investigación y los temas que habitualmente se tocan, permiten que el participante comunique sus confidencias e intimidades. Para esto es importante que los investigadores entiendan que se parte de la subjetividad y vulnerabilidad de los sujetos de estudio. Por último, para la interpretación y publicación de los resultados se debe evitar estigmatizar a los participantes y se deben utilizar pseudónimos en todo el proceso (Viorato y Reyes, 2019), a menos que ellos deseen ser identificados por quienes lean los resultados de la investigación.
Por otro lado, se han establecido puntos clave para determinar si la investigación se rige por normas éticas. En primer lugar, para que una investigación cumpla con los criterios éticos debe tener valor científico o social, por lo cual, debe integrar una intervención que permita la mejora en la vida o el bienestar de la población, o que genere conocimiento que abra paso a nuevas oportunidades. Así mismo, la validez científica es en sí misma un principio ético, en donde se debe plantear un objetivo claro, un método de investigación acorde con el problema, un marco teórico robusto, un lenguaje cuidadoso y una gran coherencia entre la realidad de los sujetos con respecto al método empleado y a los resultados. Además, los beneficios producto de la investigación deben ser mayores a los riesgos, lo cual incorpora los principios de no-maleficencia y beneficencia. Por último, el análisis ético durante toda la investigación debe ser realizado a la luz de varias teorías éticas, lo cual permite fundamentar cualquier decisión tomada (González, 2002).
Podemos concluir que la investigación cualitativa debe ir de la mano de la ética. La mala ciencia es antiética. Desde un primer momento, se debe ver a las personas con su dignidad, subjetividad, emocionalidad y cultura como el eje principal de la acción investigadora y a partir de allí, construir conocimiento con pautas y valores éticos. Sigue siendo un reto para la investigación cualitativa el descubrir cómo lidiar cada vez mejor con estos asuntos, ya que no hay reglas claras e indudables a seguir, sino que con ayuda de los compromisos y comportamientos empáticos, sensibles a aquello que se estudia y con la escucha activa, podemos aplicar la ética en nuestras investigaciones de una manera más precisa y adecuada.
Referencias
Cerrillo, J. A. (2009). El intermediario imposible. Algunas reflexiones en torno a epistemología y ética en la investigación cualitativa. Nómadas. Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas, (24), 187-201. http://hdl.handle.net/10261/71016
González, M. (2002). Aspectos éticos de la investigación cualitativa. Revista Iberoamericana de Educación, 29, 85-103. https://doi.org/10.35362/rie290952
Siurana, J. C. (2010). Los principios de la bioética y el surgimiento de una bioética intercultural. Veritas, (22), 121-157. https://dx.doi.org/10.4067/S0718-92732010000100006
Viorato, N. S. y Reyes, V. (2019). La ética en la investigación cualitativa. Revista CuidArte, 8(16), 35-43. https://doi.org/10.22201/fesi.23958979e.2019.8.16.70389
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